Esta es la primer parte de mi análisis a la cobertura mediática de la "extraña" desaparición de Diego Fernández de Cevallos.
Por: DARWIN FRANCO MIGUES
Cuando por las redes sociales (Facebook, Twitter, etc.) corrió el rumor, primero, de que “El Jefe Diego” había sido secuestrado, después, ejecutado, para más tarde decir que sólo estaba desaparecido, no pude más que pensar en el “sentido informativo” que le damos a estos canales/plataformas de comunicación y la forma en que los viejos medios (televisión, radio y prensa) hacen uso de estas nuevas informaciones.
La por demás “extraña desaparición” de Diego Fernández de Cevallos, el pasado 15 de mayo en las inmediaciones de su rancho, en Pedro Escobedo, Querétaro, lo convierte no sólo en un nuevo Paulette -en términos mediáticos- sino en un ejemplo claro de que el trato informativo en México tiene precios y niveles.
La velocidad con que se desperdigó la información en Internet provocó más dudas e incertidumbre que información, se basaron en “supuestos” que incluso “postearon” o “twittearon” personajes ilustres como el ex presidente del PAN, Manuel Espino, quien ya daba por muerto a su “colega” de partido.
Los usuarios de las redes sociales, o al menos los agrupados en las mías, lanzaban a “diestra y siniestra” versiones que relacionaron la desaparición de “El Jefe Diego” con revanchas políticas o con su presunta relación con el crimen organizado.
En ese momento, los medios tradicionales más cautivos, contrarios a su costumbre, esperaban a contar con la información oficial para evitar las especulaciones, y no fue sino después de Televisa -a través de ForoTv-, que decidieron darle juego a la nota de la cual ya hasta se hacían chistes en Internet: “Que lo busquen debajo de la cama”, escribíó uno de mis contactos.
Coincido con el crítico de televisión Álvaro Cueva en que hay una diferencia abismal entre el trato informativo-mediático que recibió y recibe este suceso y el ya citado caso Paulette, ambos se sustentan en una desaparición; sin embargo, lo que los hace diametralmente distintos es la envergadura del desaparecido.
Quizá por eso los medios no acecharon a la familia hasta el cansancio, no se metieron a la fuerza al rancho del panista para hacer ellos las pesquisas del crimen y ni siquiera se atrevieron a decir que éste pudo ser ejecutado.
El respecto a la familia fue total, como total también fue cuadrarse ante las maniobras de la Procuraduría General de la República y la actitud que asumió el presidente Felipe Calderón ante la desaparición de su “amigo”; por eso, en la pantalla, sólo se vieron las autoridades desplegando todo su arsenal para buscar a un político. ¡Si así buscaran a todos los ciudadanos, otra cosa sería de este país!
Hay precios y niveles en la vida mediática de este país, eso es claro; por ello, los medios tradicionales no especulan en el caso de “El Jefe Diego” sino esperan a que les digan qué deben decir; en cambio, en las redes sociales y en canales como YouTube, ciudadanos de a pie y periodistas reconocidos, como Javier Solórzano, dan la batalla para aclarar qué es lo que pasa en torno a la desaparición y por qué el Estado desplegó todas sus fuerzas para buscar a un “simple” político.
Claro, y como apuntaba en un principio, debemos ser cuidadosos con la información que consumimos/consultamos y, más aún, con la que nosotros “posteamos” en las redes sociales porque si pretendemos hacer de Internet una nueva ágora debemos entender la responsabilidad que tienen nuestras palabras en un medio donde, lamentablemente, muchas de las cosas que aparecen comienzan a tomarse como verdad.