Memoria digital.
Por Darwin Franco Migues
Hace unos días perdí mi laptop. Y usted preguntará si viene al caso mi tragedia personal; por ello, explico: resulta que lo más doloroso de perder algún artilugio tecnológico como éste no sólo reside en el costo monetario del equipo sino que la pérdida va más allá y se sitúa en la incapacidad de recuperar la memoria virtual con la que construimos nuestros días.
Así es; con los cambios en las llamadas “Tecnologías de la Información y Comunicación” (TIC´s) hemos estado construyendo y reconstruyendo las huellas históricas de lo que somos; es decir, nos hemos acostumbrado a guardar de forma digital todos nuestros momentos; ya sea en fotos o en videos, lo que tenemos guardado es nuestro paso por el mundo.
Sé que esto puede sonar un tanto apocalíptico, pero basta con que usted cheque su computadora, celular o cámara fotográfica para ver la cantidad de imágenes, ahora ya recuerdos, que tiene guardados; ahora piense: ¿qué sentiría si de pronto toda su historia digital fuera borrada? ¿Con qué podría demostrar que estuvo ahí? ¿Cómo platicaría de aquella experiencia si la sociedad de la imagen -en que vivimos- exige la prueba material, “la imagen que vale más que mil palabras”?
¡Qué razón tiene el eslogan de Fuji, empresa dedicada a la venta de equipo fotográfico, cuando nos dice: “Si no está impresa, no es foto”!, y es verdad porque lo que almacenamos en nuestras memorias o discos duros son imágenes; imágenes que, resignificadas en nuestra interacción con las pantallas, usamos para mostrar al mundo que estuvimos ahí.
El historiado italiano Carlo Ginzburg menciona que lo que caracteriza a la sociedad hoy en día es su capacidad infinita para dejar a la posteridad múltiples indicios de su existencia. Es decir, si conocemos históricamente a las civilizaciones antiguas es porque éstas nos dejaron vestigios de lo que fueron, ahora bien valdría preguntarnos: ¿qué es lo que estamos dejando cuando, por lo menos, sacamos más de 50 fotos por evento social que tenemos? ¿Qué tipo de memoria es la que construimos?
La capacidad de hacer memoria, ahora en formatos digitales, se presenta como un fenómeno que no sólo convierte los recuerdos en imágenes, sino que tiende a ser un factor de interacción al momento de la convivencia social. Por ejemplo, uno va a una reunión y lleva su cámara digital: toma una foto, luego otra, luego seis del mismo hecho y después enseña éstas a sus amigos, quienes las ven, las borran y nuevamente posan para un nuevo registro.
La fotografía ya no es más un elemento de solemnización, como decía el sociólogo Pierre Bourdieu, pues ya no sólo busca retratar nuestros momentos más dignos o representativos sino que ahora busca retratarlo todo, busca registrarlo todo para conformar nuestra memoria social.
Eso es justo lo que más me dolió: perder mi historial fotográfico, pues ahora en un mundo envuelto por la virtualidad no hay prueba que sostenga “mi yo fui, yo conocí, yo estuve ahí, etc.”. Mis fotos no estaban impresas ni montadas en el Facebook, MySpace o Hi5, lo que hoy sería la prueba infalible de mi decir. El problema es que perdí mi memoria digital.
¿Qué haría usted sí se quedara sin tal memoria? ¿Cómo contar lo vivido en un mundo construido por imágenes?
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