8- El político debe tener un periodista a su lado:
No es extraño que personas que entienden nada de periodismo o no conocen la lógica de los periodistas o nunca estuvieron en un medio, ocupen el lugar de asesor de prensa de un político o funcionario. No hace falta decir que poco pueden aportar en la relación político-periodistas.
Cuesta encontrar periodistas que quieran asesorar a un político o a un gobierno. Pero vale la pena buscar hasta encontrar al interesado. Todo se hará más fácil por la simple razón de que el colaborador del político sabe cómo piensa el “enemigo”, justamente porque estuvo en la otra trinchera.
Amigos, conocidos, punteros, afiliados, pueden hacer muchas cosas en beneficio de la carrera de un político, pero no pueden ser su asesor de prensa. Sobran los ejemplos de personas no capacitadas en ese puesto. Está en la humildad del político saber que necesita a alguien que sepa, que intuya qué título va a poner tal diario al día siguiente y qué información puede ser relevante para los periodistas, información que puede terminar siendo el título principal del diario del día siguiente.
9- Hacerse referente en un tema:
Este punto tiene directa relación con los legisladores. Nuestros representantes no tienen la obligación, casi nunca, de responder por cuestiones de gestión, por lo que, si quieren avanzar en la carrera política y ser considerados a la hora del armado de una lista, deben saber que siempre es mejor ser un tipo conocido, que sale en los medios, a ser un ignoto.
Algunos lo entienden, y apelando a estilos particulares o a estudiar un macrotema, logran convertirse en referentes. Hay un ejemplo muy claro. Es el del legislador provincial Daniel Cassia. El justicialista llegó a la Legislatura a principios de la década cargando con un apellido ligado a lo peor del sindicalismo menemista, acuerdista, entregador, salpicado por sospechas de corrupción. Para colmo, en la época en que Cassia fue electo legislador, era inseparable con Eduardito Bauzá, otro de apellido ilustre durante los 90.
Cassia se propuso hacerse un nombre propio en la política local, y armó una estrategia brillante. Se especializó –o leyó mucho– sobre seguridad, un macrotema que es atractivo desde mediados de los 90. Cassia, además, se encargó de ser simpático, entrador, a veces polémico, con los periodistas acreditados a la Legislatura. Le dio el número de su celular a todos y cada uno, no importa si eran del diario más antiguo o de la más pequeña de las FM. Y no lo apagó nunca. Se esforzó por preparar proyectos de ley sobre el tema, promocionarlos, a veces con alguna definición controversial. Se postuló a cada comisión que tuviera que ver con la seguridad. Entonces, de a poco, comenzó a convertirse en referente. Si un periodista tenía un mal día, no encontraba nada o se le caía una nota, siempre estaba dispuesto Daniel a tomar un café y contar alguna infidencia del partido, o del Ejecutivo, o a adelantarle un proyecto que iba a presentar.
Luego de un tiempo, no había nota relacionada con la seguridad donde no se citara a Daniel Cassia.
La misma dinámica de convertirse en referente, también hace que el político se convierta en fuente, o sea, en responsable de dar información, o sólo opinión. Volvemos a Cassia: si surgía un problema, por ejemplo, en la cárcel, el periodista lo llamaba. “Daniel, vos que tenés amigos penitenciarios, por qué no me averiguas qué pasó”, y así.
Cuando visitó Mendoza el falso ingeniero Juan Carlos Blumberg, en mayo del 2004, su anfitrión fue Daniel Cassia, quien era salpicado por los flashes que apuntaban al padre de Axel, en la cresta de la ola mediática, lejos de caer en desgracia por embustero.
Hoy, muy pocos rememoran a papá Antonio cuando se habla de Daniel Cassia.
10- Leer y escribir:
El dirigente, el funcionario, el político, debe ser un hombre preparado, o al menos esforzarse por dar esa sensación. Se supone que trabajó para tener la responsabilidad de cambiar la realidad, a través de la Política, con mayúscula. Y para lograrlo no hay otra posibilidad que estudiar, analizar, saber, tener sentido crítico, leer entre líneas, entender los juegos del poder.
Todo esto se logra con formación intelectual. El político debe leer, pasar sus ratos libres formándose en el conocimiento clásico de una enormidad de temas, pero también estar a la vanguardia; si es necesario, conseguir, hacer traducir, y leer y estudiar una ley revolucionaria sancionada en Europa. Es su obligación, porque tiene que ser el más preparado, un referente para los miles que representa, esté en el lugar que esté.
Respecto a escribir, es tan importante como lo anterior. Las opiniones bien fundadas, los argumentos sólidos, que denotan estudio y análisis, las sentencias basadas en la honestidad intelectual, los juicios de valor certeros, deben ser una práctica habitual de los políticos. Por que forman opinión, porque están en los medios, porque hablan y los ciudadanos los escuchan. Tomarse el tiempo para escribir un artículo de opinión sobre un tema específico, debe ser otra de las obligaciones de nuestros dirigentes.
Es que son nuestro reflejo, son “enviados” de la sociedad, que les encomienda la responsabilidad de resolver los problemas. Qué otro desafío tiene un político que hacer un poco mejor la vida de sus conciudadanos.
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