Premios y quimeras.
Por Darwin Franco.
What? fue la expresión que surgió dentro de mí y de muchos cibernautas cuando alguien trepó a la red que: “Barack Obama era el ganador del Premio Nobel de la Paz”, debido a sus “extraordinarios esfuerzos para fortalecer la diplomacia internacional y la cooperación entre los pueblos”, según citan y afirman en el Comité del Premio Nobel con sede en Noruega.
La cibercuriosidad nos hizo creer a los virtualmente presentes que se trataba de una broma, de una feliz ocurrencia que alguien postea en su red social; sin embargo, como fue fluyendo la información se confirmó que Obama ganó tan “prestigiada” distinción.
Rápidamente las redes sociales se llenaron con múltiples expresiones que iban desde:
1. Que el Nobel era un premio de consolación por no haberle dado a Chicago -su ciudad natal- la sede de los Juegos Olímpicos en 2016.
2. Que esto significaba una medida populista al ser Obama el personaje que mediáticamente más había prometido acciones para procurar la paz (exacto, dije prometido).
3. Que los premios Nobel desde hace muchos años sólo eran distinciones políticas y que habían desvirtuado su función de premiar acciones concretas y de beneficio social por acciones políticas que servían para aligerar las tensiones del mercado global.
4. Que ahora habría que premiar por dar esperanzas, siendo el primer postulado Felipe Calderón por sus propuestas de: quitar la tenencia vehicular y hacer de México el país del empleo (premios que le deben desde hace tiempo).
Todos los comentarios se enfocaron en el galardonado, quien con grandes dotes de modestia mencionó: “Yo no creo tener méritos para merecerlo”, y no hubo más verdad en tal afirmación; no obstante, poco se ha reparado en quienes dictaminaron que el mediático presidente de Estados Unidos sería la emblemática figura de la paz.
¿Qué diablos estaban pensando estos distinguidos señores del Comité? ¿A qué paz se referían, la de quien dice tener la “intención” de lograr un mundo sin material atómico, pero no destruye sus armas; la paz de quien precisa liberar a los presos de Guantánamo y mantiene diversas prisiones ilegales en Medio Oriente?
Y así lo confirma el presupuesto militar más grande de la historia, con 626 mil millones de dólares, que el Senado de Estados Unidos aprobó en la misma semana que Obama recibió el Nobel. No se espanten, es sólo arsenal para lograr la paz.
Si bien mediáticamente Barack Obama ha tendido puentes para tratar de cambiar la imagen bélica que le heredó su antecesor, George W. Bush, al establecer el diálogo con Irán -considerado por Bush el centro del “eje del mal”- y al cambiar el discurso generalizado de Estados Unidos hacia el mundo árabe y musulmán; operativamente, no ha logrado ratificar su dicho, pues las tropas estadounidenses aún mantienen fuerte presencia en Afganistán e Irak, con lo que el cambio de giro en el discurso aún se ve lejano de las políticas antiterrorismo vigentes en la política exterior de Estados Unidos.
Un premio mediático y -quizá- quimérico para un Presidente que, a poco más de nueve meses de mandato, ha perdido tanto la aprobación como el apoyo de la población norteamericana que tanto cimbró en el “Yes, we can”, sus esperanzas.
Ahora que ganó, que cumpla sus promesas, no se nos vaya a volver este premio Nobel un estribillo de canción de Juanga: “Prometes y prometes, y luego me prometes y nada”. Acciones mediáticas, para la paz virtual de nuestros días.
Cada martes en el sitio: www.buzos.com.mx
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