¿Qué cubriría usted en una catástrofe?
Darwin Franco
Cerca de cumplirse un mes del terrible sismo que sacudió Haití, muchas preguntas surgen en torno a la cobertura nacional y mundial que se hizo de la catástrofe.
De ahí que pregunto: usted, ¿qué cubriría? ¿La magnitud del hecho y sus repercusiones sociales y económicas? ¿La tragedia de las víctimas que lo perdieron todo? ¿Las acciones para brindar ayuda humanitaria? ¿La desesperación de los haitianos que, ante la incertidumbre, roban y saquean para poder sobrevivir? ¿Las condiciones fallidas de un Estado que, ante el terremoto, no hizo más que incrementar su situación de pobreza, o iría más allá y analizaría la facilidad con la que Estados Unidos invadió militarmente un territorio so pretexto de su tan característico “humanismo”? La respuesta no es fácil; la cobertura tampoco lo ha sido.
Pero debemos de analizar si reportar la magnitud de la tragedia implica remarcar el dolor de los afectados; es decir, hasta dónde se tienen que mostrar las imágenes de los damnificados, heridos, mutilados e, inclusive, de los muertos sin el debido cuestionamiento ético.
La exacerbada difusión imágenes impactantes en donde ha sido posible mirar cuerpos apilados en las calles, cientos de hombres mutilados o heridos que yacen a las afueras de los hospitales, y niños que lloran desconsolados al saber que se han quedado solos en el mundo, ha puesto a debate el respeto de los medios hacia la dignidad de los haitianos.
Pero, como sabemos, los noticieros nacionales e internacionales buscan impactar gráficamente para hacer más llamativa la información, olvidando que detrás de esas estampas lamentables está la dignidad y la vida de cientos de seres humanos.
Para un ejemplo, basta citar la labor que hicieron dos figuras del star system informativo de nuestra televisión nacional: Carlos Loret de Mola (Televisa) y Javier Alatorre (Tv Azteca), ambos enviados especiales a Puerto Príncipe, que acapararon más la atención que los propios damnificados, pues su presencia -en la construcción de la nota- resultaba más importante que los comentarios de las víctimas; y ahí veíamos a los dos enviados quejándose entre los muertos o conmoviéndose ante los relatos que, dicho sea de paso, los hacían “poniendo el dedo en la herida”.
Loret de Mola, a las afueras del hospital, entrevistaba a los heridos y constantemente les preguntaba: ¿le dolió cuando pasó, le duele ahora, qué siente después de perderlo todo?; por su parte, Alatorre, lleno de humanismo preguntaba: ¿y tu mami, pequeña, se murió tu mami? De ahí que la pregunta inicial de esta columna se hace más compleja, pues una vez que se decide qué informar, la pregunta es: ¿cómo acercarse a los damnificados sin herirlos?
¿Cómo cubrir una catástrofe? ¿Cómo manejar la información sin caer en el alarmismo o el morbo? ¿Cómo enmarcar las tragedias sin pasar por encima de los retratados? ¿Cómo diferenciar entre la verdadera cobertura y el protagonismo del corresponsal?
Responder no es fácil, pero debemos caer en cuenta que la presencia de los medios en Haití, de manera real y virtual, ha servido como un catalizador de la ayuda humanitaria y, a la vez, funge como un crisol ético en donde tanto periodistas como medios deben meditar las maneras en que dan eco a la tragedia; y, más aun, en cómo nosotros -seamos televidentes, radioescuchas, lectores o cibernautas- construimos nuestra propia versión de los hechos.
Toda la solidaridad al pueblo haitiano, con la esperanza de que la ayuda se reparta a totalidad y no sea un botín más de la geopolítica humanitaria.
Todos los martes en: www.buzos.com.mx
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