jueves, 31 de diciembre de 2009

Homo Zappings 21 y 22!!! De milagros y narcos!!!

Gracias por compartir en ese año esta aventura mediática que apuesta por crear canales para la construcción de una mirada crítica respecto de los medios de comunicación. Les deseo lo mejor en el próximo año y espero que este par de columnas les despierten algunas dudas. Entre milagros y narcotráfico acabamos el año.

Un abrazo, Darwin Franco.

P.D. Por razones editoriales, ambas columnas salen en estas fechas.




CSI: Cuernavaca (o cómo inteligentemente ''mataron'' al narco)

Darwin Franco

Cual episodio de serie policiaca pero en región tercermundista, la Marina de México le dio a Felipe Calderón un regalo de Navidad: la muerte de Arturo Beltrán Leyva, líder del cártel del mismo nombre.

Con la caída de “El Barbas”, el Presidente pudo al fin tener una tenue luz de esperanza en la guerra contra el narcotráfico que, a últimas fechas, no daba muestras de inclinar la balanza en favor del gobierno federal.

El capítulo de esta serie inició días atrás en una narco-posada celebrada en Ahuatepec, Morelos, el 10 de diciembre de 2009. Arturo Beltrán Leyva, de 48 años y originario de Sinaloa, disfrutaba de una noche norteña amenizada por Los Bravos del Norte de Ramón Ayala, y los Cadetes de Linares; ese día la Armada de México intentó cazarlo -literalmente-; sin embargo, éste escapó para morir seis días después en Cuernavaca.

El día de su muerte, los medios se sumaron al espectacular operativo -digamos que sin cámaras no hay show-, pues se requería que la cobertura mediática magnificara el mensaje calderonista: en esta guerra, ¡vamos ganando!

Como asunto de ficción, el comando especial de infantes de Marina -¿y la Sedena?, ¿ya no hay confianza en ella o era del mismo bando que los Beltrán Leyva?- llegó en helicóptero hasta el conjunto habitacional “Altitude”, en donde el capo se atrincheraba en el departamento 202; con los elementos de la Marina llegaron también los medios, lo cual demuestra que no era tan secreto el operativo.

Con el atrincheramiento de Beltrán Leyva -y sus sicarios- sumado al cerco empleado por la Marina -días atrás- era cosa de segundos para que la balacera iniciara y así fue: las armas de grueso calibre y las granadas de ambos bandos retumbaban en la ciudad de la “eterna balacera”; el intercambio de balas duró aproximadamente cuatro horas, de eso dan constancia los múltiples videos de las televisoras que firmes y decididas permanecieron cerca para llevar hasta la “seguridad” de su hogar la muerte de “El Barbas”.

Pero para presentar la imagen se requería un toque espectacular que no sólo remarcara su condición de capo sino que diera cuenta del fanatismo religioso-esotérico que engloba a la imagen social que los medios han construido del narcotraficante; por eso, estimados lectores, las crónicas detallaron minuciosamente la cantidad de estampas religiosas que “alguien” -a falta de mesa- colocó sobre el dorso semi-desnudo de Beltrán Leyva. ¿Cómo es que éste en medio de la balacera se quito la playera y se bajo el pantalón? ¿De qué manera llegaron las imágenes religiosas a su cuerpo?

Pero verlo tirado y desprovisto de su grandeza no fue suficiente, así que le quitaron los artículos religiosos y le agregaron varios billetes ensangrentados, que dicho sea de paso fueron primero remojados en sangre para después colocarlos uno por uno cuidando que las denominaciones fueran las justas para un capo de su altura; por eso los billetes eran de mil y de 500 pesos y de no menos de 100 dólares. Ya me imagino el ritual, antes de morir uno de sus sicarios en recuerdo -o como estampa para el corrido que va a terminar por inmortalizarlo- le colocó de esa manera tan sutil tanta billetiza.

Y entonces sí, llegaron los peritos, los medios y las autoridades para ver que antes de morir “alguien” le había colocado un altar de poder a “El Barbas”; no vaya a creer usted que eso se hizo después, ¡qué va!, si ya lo dijo el secretario de Gobernación, Fernando Gómez-Mont: “nosotros no hacemos esos acomodos del cuerpo, porque sabemos que se obstruye toda actividad científica”. Menos mal.

La caída de Beltrán Leyva deja varias dudas: ¿si se empleó en el operativo toda la inteligencia nacional, no era más fácil capturarlo que matarlo? ¿Temían de lo que éste podría decir si confesaba? ¿Quién acomodó así el cuerpo y, más aún, quién difundió las imágenes que tanto hicieron enojar a las autoridades?
Este capítulo continuará…

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Entre milagros y raiting

Por Darwin Franco

México es un Estado laico, al menos la ley así lo marca. Pero lo que no tiene nada de laico es “la televisión nuestra de cada día”, pues basta asomarse a sus propuestas de las 5 de la tarde para ver que la religión católica se ha vuelto un espectáculo digno de análisis.

Tanto La rosa de Guadalupe (Televisa) y A cada quien su santo (Tv Azteca) lucran con la religión al abordar en sus dramatizados unitarios -se llaman así porque son historias que concluyen en un sólo capítulo- diversos temas y problemáticas que tienen en el “efecto milagro” la cura para todos los males sociales.

Digo que lucran con la religión, no porque las creencias religiosas sean malas; al contrario, considero que la vida espiritual es vital en la vida del ser humano y que parte importante de este proceso debe ser el respeto a la diversidad religiosa.

Sin embargo, en nuestras pantallas televisivas no existe tal diversidad, pues lo que ahí se oferta tiene un sólo hilo y matiz: el catolicismo; por un lado, Televisaenfoca su ficción a los milagros que ha realizado y realiza el ícono de la religiosidad mexicana: La Virgen de Guadalupe -que dicho sea de paso recibió en su día tremenda cobertura mediática, que bien envidiarían varias luminarias políticas y de la farándula-; Tv Azteca, diversifica a sus personajes religiosos al colocar en las pantallas historias que tienen como eje narrativo algún milagro concedido por los más de 600 santos que ha canonizado la Iglesia católica.

En ambos programas se presenta una historia adversa donde los personajes le piden “al cielo” que les ayude a resolver sus problemas; el meollo está en el tipo de problemas que tanto vírgenes como beatos resuelven; por ejemplo: en la La rosa de Guadalupe los milagros van desde que un niño de secundaria pide que la niña que le gusta deje de ser lesbiana para que se fije en él, o que un joven deje de leer poesía obscura y, por tanto, reconozca que ser “dark” va en contra de las leyes divinas, hasta que la mujer reconozca que “abortar” es el más terrible de los pecados.

En A cada quien su santo los milagros aluden a que mediante la ayuda divina las diversidades sexuales (homosexuales y bisexuales) sean corregidas, aunque también hacen referencia a temas como el maltrato hacia la mujer y los hijos; lo curioso es que los castigos legales por la violencia intrafamiliar se difuminan con el arrepentimiento del victimario.

Y así, las temáticas se diversifican a tal punto que podríamos asegurar que desde la “ficción religiosa” las televisoras están construyendo un decálogo del “deber ser” que, en muchos de los casos, puede resultar más eficaz que el sermón de los domingos.

La importancia de mirar críticamente este tipo de ficciones reside en que es en las pantallas televisivas donde se construye un “imaginario de nación”; es decir, desde ahí se le muestra a cientos de telespectadores que las soluciones a las múltiples y lacerantes problemáticas sociales de nuestros días no están en el derecho a manifestarse u organizarse para hacer valer nuestros derechos, sino en la intimidad de quien pide un milagro y reza para su cumplimiento.

Insisto en que los actos religiosos de cada persona son actividades muy respetables; sólo quiero remarcar que desde las televisoras se está construyendo un discurso católico que es claro al manifestar que las únicas ideas válidas son las suyas, desdeñando en las propias ficciones a otras religiones; recuerdo un capítulo en donde la Virgen de Guadalupe intercede por un joven que “encandilado por los aleluyos” -cita textual de la serie- decide acercarse a otra Iglesia cristiana; el milagro consistió en que el chico abrió los ojos y reconoció que “esa otra religión” no era más que una secta.

El Episcopado mexicano debe estar tranquilo, pues a pesar de sus múltiples intentos por poseer medios y leyes que se lo impiden (Artículo 16 de las Asociaciones Religiosas y Culto Público), ya hay quien explota comercialmente sus imágenes y lo está haciendo por él.

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